martes, 1 de mayo de 2018

COMO UN FUNAMBULISTA CIEGO

                                          La libertad cuesta más que el sometimiento

Como un funambulista ciego,
sobre un alambre tenso
en una triste noche oscura,
buscando la esencia del instinto
que la vista entorpece.

Así, se yergue la libertad,
sin el corsé de la razón
que la esclaviza,
como lo hace el pensamiento puro, 
huido de los filtros que lo castran.

Somos libres, sin querer,
de manera inconsciente,
por la fuerza insistente
que nos obliga y enriquece,
lo somos por el hecho de vivir, por nacer.

Luego, empezamos a caminar
por las reglas y preceptos
de la timorata sociedad,
con dogales que van ahogando
el instinto que, extinto, nos doblega
y así, de ser vamos dejando,
para estar ya convertidos
en educados autómatas.

Entonces, de a pocos, nos van cultivando,
como dicen, los que ordenan las vidas,
aquellos que ponen las reglas del  mundo,
los señores que te roban los días
y te sacan un billete, por ti pagado,
para la montaña rusa de los vértigos
impenitentes de hormonales estructuras,
donde la inteligencia sensorial
nos aboca a descorchar
emociones, convenientemente contenidas.

Para romper los miedos imbuidos,
hemos de cortar los lazos de la razón, 
el confort del camino conocido,
desandar las rutas que nos marcaron,
desobedeciendo el programado rumbo
y volver a caminar, por el alambre oscuro
como un funámbulo, con los ojos vendados
para, de nuevo, encontrarnos 
con el vacío de la sensual sexualidad despierta,
de esas noches en las que tropezamos
con aquellos, tan deseados, 
desiertos de libertad.

                  De Ángel Rebollar (La reproducción, total o parcial, del contenido
                                             ha de ser, previamente, autorizado por el autor)


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