miércoles, 18 de abril de 2012

LA CASA AÑIL


Mi distraído caminar,
culpable de esta ausencia de norte,
acercó mis pies a la casa añil
donde me mezo en imágenes
envueltas en hermosos poemas.

Obnubilado por tanta belleza
confundo la flor de los almendros
con otras que la nieve tardía crea,
utilizándolas para adornar las ramas
de aquellos arboles todavía desnudos.

En el deambular me encuentro con piedras
que en ocasiones facilitan mi paseo,
otras, teñidas y gélidas, dificultan mi transito
pero todas acompañan mis pasos.

Así, la naturaleza aúna la primavera
con los últimos devaneo  
de este largo e impasible invierno.

Tan grande es mi disfrute
que no tardaré en perderme,
siguiendo la estela de este latigazo,
con el que los cielos se visten de añil
acercándome irremediablemente a ti,
a esa vera primera del estío
convirtiendo lo mustio en vital,
los grises y desnudos
en arropadas policromías,
cambiando el frio de recogimiento obligado
por andanadas de trinos
y otras plurales manifestaciones de vida
con que, la naturaleza nos agasaja.


Me uno con decisión
a las temperaturas anheladas
por mi espíritu y cuerpo,
mientras las arenas de la playa
empiezan a refracta la luz cruda
del verano deseado.


                   De: Ángel Rebollar ( cualquier utilización, total o parcial, del contenido
                                                   ha de ser autorizado previamente por el autor)

1 comentario:

  1. Leo y releo. Las olas me mecen. Cierro los ojos. Viajo. Ítaca, la que no lleva nombre, la que me impregna de olores, sabores, sensaciones, misterios y abismos... Y el mar, siempre el mar, y la arena. Y ese resplandor del invierno, del otoño, del verano trazando primaveras en la espalda. Y el temblor se hace trigo y la amapola abre grandes los pétalos y siente el cosquilleo de una abeja libando polen: http://www.youtube.com/watch?v=MCFGQoAdoVs&feature=related. Y un rincón añil donde cruzar el abismo y dibujarte.

    ResponderEliminar