Mi
distraído caminar,
culpable
de esta ausencia de norte,
acercó
mis pies a la casa añil
donde
me mezo en imágenes
envueltas
en hermosos poemas.
Obnubilado
por tanta belleza
confundo
la flor de los almendros
con
otras que la nieve tardía crea,
utilizándolas
para adornar las ramas
de
aquellos arboles todavía desnudos.
En el
deambular me encuentro con piedras
que en
ocasiones facilitan mi paseo,
otras,
teñidas y gélidas, dificultan mi transito
pero
todas acompañan mis pasos.
Así, la
naturaleza aúna la primavera
con los
últimos devaneo
de este
largo e impasible invierno.
Tan
grande es mi disfrute
que no
tardaré en perderme,
siguiendo
la estela de este latigazo,
con el
que los cielos se visten de añil
acercándome
irremediablemente a ti,
a esa
vera primera del estío
convirtiendo
lo mustio en vital,
los
grises y desnudos
en
arropadas policromías,
cambiando
el frio de recogimiento obligado
por
andanadas de trinos
y otras
plurales manifestaciones de vida
con que,
la naturaleza nos agasaja.
Me uno con decisión
Me uno con decisión
a las
temperaturas anheladas
por mi
espíritu y cuerpo,
mientras
las arenas de la playa
empiezan
a refracta la luz cruda
del
verano deseado.
De: Ángel Rebollar ( cualquier utilización, total o parcial, del contenido
ha de ser autorizado previamente por el autor)
De: Ángel Rebollar ( cualquier utilización, total o parcial, del contenido
ha de ser autorizado previamente por el autor)
Leo y releo. Las olas me mecen. Cierro los ojos. Viajo. Ítaca, la que no lleva nombre, la que me impregna de olores, sabores, sensaciones, misterios y abismos... Y el mar, siempre el mar, y la arena. Y ese resplandor del invierno, del otoño, del verano trazando primaveras en la espalda. Y el temblor se hace trigo y la amapola abre grandes los pétalos y siente el cosquilleo de una abeja libando polen: http://www.youtube.com/watch?v=MCFGQoAdoVs&feature=related. Y un rincón añil donde cruzar el abismo y dibujarte.
ResponderEliminar